viernes, 10 de septiembre de 2010

RENOVARSE O MORIR.


Iniciamos este tercer milenio y la humanidad se halla entrampada en un punto crucial, en un momento de importantes decisiones y algunas de las más importantes tienen que darse en el ámbito educativo, adonde la nueva visión científica exige una educación acorde a las urgentes aspiraciones humanas de justicia, ética, espiritualidad y una mejor relación con el entorno.
Los nuevos descubrimientos científicos nos dan los fundamentos para una educación más completa; basada en una nueva concepción de la naturaleza tanto humana como ambiental. Estos nuevos aportes nos conducen a nuevos postulados, nuevos objetivos y, sobre todo, a nuevas formas educativas; y es aquí donde se ubica esta propuesta, como una manera diferente y complementaria de aprender.
Comencemos ubicándonos en este nuevo siglo, donde podemos reconocer las nuevas velocidades y tiempos con que ocurren los acontecimientos, las sorprendentes explicaciones y descubrimientos de la ciencia y las asombrosas aplicaciones y desarrollos de la tecnología; sin embargo, en esta vorágine de sucesos necesitamos encontrar o crear las nuevas condiciones para el pleno desarrollo de los seres humanos; como humanos y en armonía con el medio ambiente. Es imperativo realizar el cambio al nuevo paradigma.
La anterior comprensión del universo, abanderada por la visión cartesiana, nos separaba de todo los demás por medio de clasificaciones, de jerarquías y taxonomías; proliferaron las fronteras que separaban a los reinos: mineral, vegetal, animal y humano, venían después las subclasificaciones, géneros, familias, etc. hasta dejarnos como una especie aislada, separada y única.
Influyen también las dominantes ideas religiosas que colocan al hombre por encima de todas las especies y le confieren el poder de nominarlos y dominarlos, pudiendo no sólo recrearse en su paraíso sino también se adjudica el poder para alterarlo y, si le viene en gana, exterminarlo.
Muy decisivas son también las explicaciones de Newton, que si bien nos permiten entender el funcionamiento de la naturaleza bajo algunas condiciones, propiciaron la confusión entre los pensadores que creyeron que con ello bastaba para explicar, aplicar y explotar ad líbitum a la naturaleza; pero ahora nos podemos dar cuenta de que los fenómenos en nuestro universo van mucho más allá de los modestos principios de la mecánica clásica.
Lo más grave del planteamiento del anterior paradigma es que no se limitó a aplicarse en las ciencias naturales sino que impactó y se adoptó en las demás áreas del quehacer humano y provocó, por ejemplo, una medicina de anatomía, de partes y de órganos; de una gran cantidad de especializaciones y clasificaciones que de repente se ve encajonada en el microscopio que enfoca a los virus y a las bacterias y pierde de vista al ser humano y sus posibilidades de curación holística.
Así también se reflejó en la economía y crea un modelo que ofrece un bienestar generalizado y un progreso material que lleva al consumismo y a una vida social de lucha competitiva que al paso del tiempo demuestra que no sólo no se ha creado riqueza sino que se ha explotado a la naturaleza con el consecuente deterioro del entorno y, para colmo, la repartición de los “beneficios” ha quedado en unos cuantos mientras que los perjuicios, que son muchos y de gran relevancia, impactan de manera despiadada sobre los más desprotegidos, marginados y dolidos; y que curiosamente son los más.
Reconozcamos, en principio, que vivimos una intensa crisis, una situación en que los problemas son tan complejos y multidimensionales que  requieren de acciones conjuntas pero con nuevos enfoques. Es cierto, en este momento peligra la salud de las personas, se percibe inestable a la sociedad a la que pertenecemos y los ecosistemas de los que formamos parte están en sus niveles más críticos; al respecto nos dice Fritjof Capra en su artículo “El Nuevo Paradigma Ecológico”, que todos estos resultados son diferentes aspectos de una misma crisis que es, esencialmente, una crisis de percepción; por lo tanto, pretender seguir sostenidos de estas ideas que fueron percibidas en los siglos pasados sería un craso error, han sido pocos años y demasiados daños los que se han causado a nuestro hogar-planeta.
No bastan los anteriores postulados, no satisfacen los logros alcanzados; es urgente, es importante, es imperativo redoblar los esfuerzos en todos los ámbitos, especialmente en el que nos ocupa: la educación, para corregir el rumbo y, sin renegar, reorientar los pasos hacia un horizonte más prometedor para las generaciones futuras. No se trata de juzgar con la espada de fuego a los que, en su tiempo, llegaron a sus conclusiones (Descartes, Galileo, Bacon y Newton). Es nuestro tiempo y debemos llegar a nuestras propias consideraciones. Ampliemos el marco del anterior paradigma hasta las nuevas dimensiones que en este momento requerimos. No es el afán destruirlo para construir, es aprovecharlo para completar, es adecuarlo a las necesidades presentes y mejorar; porque al final tampoco con esto llegaremos a la verdad última, pero queremos llegar a ella a través de aproximaciones sucesivas.
Es el momento de una nueva aproximación, de una nueva era; yo diría: de una conciencia propia de estos tiempos, que es lo que se demanda para la educación de este nuevo siglo.
He tomado la propuesta de Juan Rof Carballo de que: “No se trata de una nueva conciencia ni de una conciencia más evolucionada, sino del empleo de todos los recursos que en el hombre dormitan” y con la mejor de las intenciones voy a ir explicando con estas notas el modelo que puede ayudar a cualquier persona que desee, a aprovechar el potencial que guarda en su mente no consciente.

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